En la quietud lunar, en su místico esplendor,
donde el silencio impera, mi alma vaga sin
temor,
anhelando el regreso a la Tierra, morada
terrenal,
donde el abrazo cálido es un anhelo celestial.
En el horizonte lejano, diviso su fulgor,
un edén suspendido, un paraíso de color,
susurros de ríos azules, montañas en
majestuosidad,
despiertan en mí un anhelo, un llamado a la
realidad.
Oh, sublime esfera, joya en la inmensidad,
deseo danzar en tus mares, sentir tu caridad,
la brisa acariciando mi rostro, en un dulce
suspirar,
escuchar la voz de la Tierra, en un eterno
palpitar.
Las noches en mi morada lunar, sin estrella ni
luz,
me empujan a buscar en ti, la esperanza que
conduzca a cruz,
añoro el canto de la aurora, desplegando su
serenata,
y los pétalos danzantes, en su eterna sinfonía
plateada.
Las rocas lunares son fieles testigos de mi
caminar,
reflejan mis sueños y deseos, en su abrazo
lunar,
mis pasos vagan sin rumbo, en un andar sin
medida,
sabiendo que el regreso a casa, es mi meta compartida.
En cada cráter profundo, encuentro soledad,
pero también la fuerza que alimenta mi
voluntad,
el polvo lunar, en su sutil susurro, me guía,
y las estrellas brillantes, en su danza, son mi
poesía.
Hoy, en mi añoranza, la poesía es mi refugio y
consuelo,
tejiendo versos sinceros, que expresen mi
anhelo,
mi amor por tu esencia, Tierra amada y
bendecida,
en el vasto universo, por siempre compartida.
Desde la Luna, en mi destierro enigmático,
vuelco mis pensamientos en versos auténticos,
un poema lunar, nacido del éxtasis sideral,
que susurre al cosmos mi deseo de regresar.
Pues aunque la distancia nos separe, Tierra
querida,
mi esperanza perdura, no importa el tiempo que transcurra,
hasta que llegue el día, y pueda volver a tu
seno,
en tus brazos acogedores, encontraré mi eterno
sereno.
¡Oh, Tierra amada, latido en mi pecho
constante!
¡Regresaré a tus dominios, y seré tu amante!
Hasta entonces, en sueños y versos, te
abrazaré,
y en la poesía lunar, eternamente te amaré.

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