En el ocaso de la eternidad, en penumbra yermo,
el hombre se desvanece, en su ser desolado,
sin horizontes ni torres, solo el mar
hirviente,
un extraño en los sueños, en lo caótico
sumergido.
En el augurio incierto de un tiempo desvivido,
el hombre rendido se pierde en su deriva,
en la playa ausente, sueños perdidos,
y el mar embravecido suspira su despedida.
En el crepúsculo envilecido y carismático,
la sombra del ayer envuelve su alma
desvanecida,
la nostalgia se enrosca, susurro contenido,
y entre versos desleídos, su voz languidece.
Misterio y melancolía, el poema se deshace,
en palabras evocadoras, ecos resquebrajados,
un reflejo en la neblina de un pasado que no
encaje,
donde la rima se pierde, en versos olvidados...

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