Todos hemos rajado alguna vez, o hemos sido
objeto del raje…Vamos a ver los principales motivos que generan esta forma de hablar
mal de los otros.
Envidia, la sombra verde: En lo profundo de sus
corazones, algunos individuos sentían una insaciable envidia hacia aquellos que
parecían tenerlo todo: éxito, belleza, riqueza o felicidad. El raje se
convertía entonces en su medio de desahogo, una forma de disminuir a aquellos
que brillaban con luz propia. Hablar mal de ellos a sus espaldas les brindaba
un momento de alivio y una ilusión momentánea de superioridad.
Inseguridad, el espejo incómodo: Para muchos,
el raje era una estrategia de defensa ante sus propias inseguridades. Al
señalar los defectos de los demás, se sentían menos expuestos y vulnerables a
la crítica. En lugar de confrontar sus propias debilidades, optaban por
proyectarlas sobre los demás, escondiéndose detrás de un velo de malicia.
Falta de autoestima, la búsqueda de validación:
Aquellos con una baja autoestima encontraban en el raje una forma de buscar
validación y aceptación por parte de su entorno. Al hablar mal de otros,
esperaban obtener la aprobación de aquellos que también participaban en estas
conversaciones tóxicas. Momentáneamente, sentían que pertenecían a un grupo y
que su valor se incrementaba al desacreditar a los demás.
Aburrimiento, el entretenimiento cruel: En un
mundo donde el aburrimiento acechaba, el raje se convirtió en un
entretenimiento perverso. Las vidas ajenas se volvieron el objeto de análisis y
crítica constante. La cotidianidad se aderezaba con chismes y comentarios maliciosos,
llenando los vacíos de las propias vidas y ofreciendo una distracción
momentánea de la rutina.
Ignorancia, la falta de empatía: A veces, el
raje surgía simplemente por la falta de empatía y la incapacidad para
comprender las situaciones y motivaciones de los demás. Las historias se
deformaban, los hechos se tergiversaban y las palabras se volvían dagas
afiladas. Sin percatarse del daño que causaban, aquellos que rajeaban dejaban
un rastro de heridas invisibles en sus víctimas.
El raje se expande como una pandemia contaminando
las relaciones personales y dañando la convivencia… y como siempre va a estar
presente, hay que considerarla como abono o estiercol en las relaciones
interpersonales: es m#$%da, apesta, siempre debe estar debajo del piso, nunca
ser recogida como fruto…
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