Ya me había dado cuenta de que estoy viviendo en una especie de buffet virtual… pero no precisamente gourmet.
Antes uno se
sentaba con su café, una libreta rayada y se preguntaba si lo que escribía
tenía sentido. Había pausa, angustia y hasta algo de emoción. Ahora abro una
pestaña, le escribo a mi IA favorita y en segundos tengo un artículo listo para
mostrarlo en LinkedIn. Lo reviso, le
pido que le meta una cita de Viktor Frankl, otra de Yuval Harari, y ¡boom!
Tengo un texto con sabor a inteligencia… pero sin inteligencia de verdad.
Como esos
productos que uno compra en el supermercado:
galletas sabor a vainilla con trocitos de sólidos sabor a chocolate,
jugo con sabor a naranja, pop corn con sabor a mantequilla.
Ahora también
tenemos artículos sin pensamiento humano. Solo el “aroma” de reflexión. Por
ejemplo, un ejecutivo postea un texto sobre “autenticidad en el liderazgo”,
pero estaba tan bien hecho que hasta parecía sentir algo. Pero simplemente lo
hizo en menos de dos minutos, mientras daba unos sorbos a su café sabor a café.
Aunque uso la IA
todos los días, y agradezco su compañía casi tanto como al pan con chicharrón,
me pregunto si estamos perdiendo algo en el camino. Ya no hay silencios
incómodos. Ya no hay tachaduras. Ya no
hay duda. Solo contenido perfecto, rápido, elegante… y un poquito vacío.
Lo paradójico es
que ahora queremos que todo parezca hecho por humanos… excepto lo que hacen los
humanos.
Creo que voy a
regresar a las ideas con fallas, cicatrices y café real desparramado,
prendiendo un cigarro con otro…pensando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario