domingo, 9 de mayo de 2021

Feliz Eternidad Mamá!!

 Feliz Eternidad Mamá!!!!


Hola cocha! Te cuento, desde que te fuiste todo cambió en mi vida. Claro, al principio tuve una tristeza infinita que no la podía superar ni siquiera escuchando bossa nova… qué difícil fue acostumbrarme a ya no poder conversar contigo todos los días, ni a hacerte bromas para sentir tu risa ni a escuchar las tuyas tan irreverentes… no tenía un motivo para seguir viviendo y hasta casi me animo a tomar tu nave para irnos juntos. No obstante, darme cuenta de que en vida pude brindarte todo mi cariño pensando en que algún día dejarías de estar entre nosotros, hizo que poco a poco superara mi dolor... En el Aeropuerto Divino (así prefiero llamar al cementerio), el día que partiste, tenía que ser fuerte y disimular mi pena, para que mis parientes no intensificaran la suya….hasta hice algunas bromas, pensando talvez que te iba a arrancar una sonrisa, la última; y creo que lo conseguí, pues noté que el cielo se iluminó por unos instantes…

Recuerdo que de niño te decía que no debería existir el Día de la Madre, pues sonaba muy tacaño y tonto, dado que uno siempre tenía presente a su madre, sin que se necesite un día especial para recordarlo… A diferencia de otras conmemoraciones como Navidad, Año Nuevo, Fiestas Patrias, Semana Santa, etc.

Agradezco que me hayas corregido cuando actuaba caprichosamente de niño (y de adulto también), dándome unos sermones con ejemplos irrefutables, que hacían que me avergüence y pida disculpas. 

Agradezco tus engreimientos… como aquel en que paseando por una avenida miraflorina, viendo tú que encandilado veía en la vitrina un maniquí que vestía una camisa color melón, corbata guinda tornasol y saco guinda, y pantalón negro intenso; me dijiste “te gusta?”, y yo dije que se veía bacán… tú ingresaste a la tienda y le pediste al vendedor que sacara mis tallas, y luego de que me probara todas las prendas, las compraste, para algarabía mía… Esa misma indumentaria la utilicé años después para mis entrevistas de empleo en aquellas épocas en que se presentaban cientos de postulantes para una vacante de ingeniero, en donde todos los postulantes en la cola vestían ternos azules y yo era el único – sí, el único – con saco guinda, que me hacía parecer un domador de circo (sin látigo).

Ah…y recuerdo el buen ojo que tenías para “elegir” a mis enamoradas… Cada una de las que tuve tenían siempre algo que según tú “no me convenía”, hasta que conociste a Miriam y dijiste “¡Ella es!”, recomendándomela…Y tuviste mucha razón, pues hasta ahora la adoro, y Ella a ti.

Cuando estuviste internada en clínicas y hospitales, te visitábamos constantemente y nos pedías que nos escondiéramos en el baño para que cuando pase la enfermera indicando que se había terminado el horario de visita, nosotros (Miriam y yo) podamos quedarnos más horas conversando contigo…y qué tales charlas teníamos en donde nos carcajeábamos tanto que la bulla nos delataba…

Recuerdo – cuando tenía 15 años - el día aquel en que te enfrentaste a mis compañeros del Colegio Independencia que fueron a la casa para dar una especie de “condolencias” por no haber ingresado a la UNI en el primer intento, creyendo que yo tampoco había ingresado, y tú muy orgullosa les dijiste que yo sí lo había logrado sólo con tres meses de academia (Academia “Sigma” a la que me llevaste casi arrastrando para inscribirme cuando ya estaba culminando el quinto año de secundaria...pues aunque confiabas en mi capacidad, también eras pragmática…).

Hiciste hasta lo imposible por curarme, y hasta recurriste –con mi viejo - a cosas esotéricas para curar mi depresión, como aquella vez en que me diste unos extraños perfumes recomendados por un curandero huachano, y que en realidad me curaron, no por lo especial de esas sustancias, sino por mi convicción del tremendo amor que sentían por mí al haber recurrido a este tipo de procedimientos anticientíficos... me conmovió tanto que no me quedó otra que curarme ipso facto.

Recuerdo los sacrificios que hiciste en las épocas de crisis, confeccionando vestidos a medida, por el que te pagaban unos soles la gente del vecindario, la que cuando tocaba el timbre decía “está la señora que cose?”, y yo – casi rechazándolos – les decía “no, no está la señora que cose. Sólo está mi mamá”.

Recuerdo - y hasta puedo olerlo- los tremendos potajes que hacías para tus invitados, a los que desde que ponían un pie en la casa, ya les estabas ofreciendo bocaditos y bebidas….y les preparabas almuerzos y cenas fantásticas.

Recuerdo lo super humanitaria que fuiste con los parientes con problemas, los que acudían a casa buscando tu apoyo y ayuda, no defraudándolos nunca.

Por todo esto, cada uno de los 365 días del año te tengo presente, de manera fluida y natural…Por eso digo ahora “Feliz Eternidad Mamá”.

No hay comentarios: