sintiendo un olor a diecisiete... y arrepentida
me mira esa papa ... tan valiente,
mientras se derrama la esperanza entre azucenas,
y hace enroque.
Sigo oyendo el sabor del crepúsculo,
anonadado. La nada se hace densa, demasiado,
y escucho más allá del color violeta, nuevamente.
Tenga calma, me indica el espíritu vertebrado.
Tenga calma, repite, con diabetes...
Y me alejo, cada vez más azulado
oliendo más intenso al diecisiete.
No hay motivo.
No hay azucenas.
Solo, más azulado.