Ante la presunción de algo negativo en mí, prefiero que me insulten, pues comprenderé que se trata de una explosión emotiva del insultador, que al encontrarse sin alegatos convincentes y contundentes al sustento que le hago, se aniña y se pica, y pierde la cordura momentáneamente…. pero después se da cuenta de su torpeza, y hasta percibo telepáticamente que está pidiendo disculpas e implorando perdón.
Cuando mi pareja huele un extraño perfume femenino en el auto, supone que soy infiel…. Cuando me describen detalladamente lo evidente, el hiperexplicador supone que soy una bestia…. Si mi jefe me controla en exceso, presume que soy ladrón y flojo….si me super-supervisa, está convencido que sin él no podría hacer nada inteligente y eficiente…. Si la cajera de un supermercado analiza escandalosamente el billete que le he dado, talvez crea sinceramente que soy un estafador….. cuando salgo tranquilo con mis paquetes de una tienda y suena el pitillo sensor de cosas no pagadas y todos voltean a verme, talvez deba poner cara de ratero…. O si alguien pone en un e-mail todo lo que le conversé, ratifica su desconfianza en mí….. Tal vez sea verdad el refrán ese que dice: “Te cuidas de los demás de aquellas conductas que tú tienes con los demás”.
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